Originalmente publicado el 5 de Mayo de 2022 en la revista en línea Hiedra de la editorial Oxeda, la página ya no tiene este poema en su archivo.
i.
De todas las cosas, las manos, los dedos sobre la pluma, gastando tinta en pensares vanos, haciendo del mar espuma. Piden un memorial en su nombre por la sangre al cambiar las hojas, por las cosas que le hacen hombres, por las lágrimas que las mojan. Aunque victimas parecen, la lengua y dientes envidian que por más que los labios se abran no pueden decir lo que las manos riman. Las timadas con frio, con fuego, recorren de pies a punta se dan cuenta de que todo el cuerpo está en juego sí se rompe una sola uña. Las huellas dactilares se aprenden las texturas, los cambios de color en las costuras, los golpes no fueron solo para los puños, la piel no podía defenderse en aquellos años mudos. De todas las cosas, las manos, que le dejan testigos al cuerpo, que gritan su nombre en ramos de pétalos que se lleva el viento. ii. Si algo agradezco, es la boca que me cargo, que recorres con la lengua, con los labios, con los dientes, si te dejo. Y te dejo, porque a veces siento que me hicieron a tu medida para que tus manos quepan en todos lados para que me digas que tengo sonrisa linda.
Pero si vas y me dejas con la boca hecha mar, quiero que sepas que va a llegar alguien más que se cuelgue del hoyuelo que la adorna cuando los viernes en la noche salimos a bailar.
iii. Con mis cicatrices dejaron huellas -- mapas de fuego hechos con sangre -- las sombras de pasados irrevocables. Con tinta blanca, con tinta negra se marca de nuevo, la nueva carne, prueba de que la vida implica agravio, de que todas las luchas dejan resabio.